Presentación

Entre el colectivo docente ha habido siempre una inquietud que ha formado parte inseparable de la profesión: la voluntad de objetivar y medir de alguna manera los progresos que niños y jóvenes realizan en su proceso formativo, esto es, la necesidad de evaluar. A este hecho se añade ahora que en los últimos años los centros escolares están recibiendo una presión creciente de estudios diagnósticos que intentan justamente evaluar los resultados de la tarea educativa diagnósticos que adquieren cada curso una mayor proyección social y mediática. Esta última cuestión es destacable porque, de entrada, estos estudios tendrían que ayudar a potenciar aciertos y a enmendar errores, tanto con respecto a prácticas de los docentes y a dinámicas de los centros, como a políticas educativas generales.

Existen ahora, sin embargo, nuevos elementos de fondo que han convertido la evaluación en una herramienta importante que pueden, fácilmente, desvirtuar estos significados. En primer lugar, los informes evaluadores que periódicamente publican instituciones nacionales e internacionales están condicionando políticas educativas y prácticas pedagógicas en lugar de ser una herramienta de reflexión para escuelas, maestros y profesorado; además, la demanda que hacen estos informes de resultados cualificados amenaza el débil equilibrio entre excelencia y equidad, un equilibrio necesario si se quiere una escuela que de verdad abra la puerta a la igualdad de oportunidades para todo el mundo y, sobre todo, para aquellos a quienes los condicionantes socioeconómicos hacen partir en desventaja o para aquellos a quienes algunas características socioculturales ponen en situación de vulnerabilidad, como es el caso del importante número de estudiantes recién llegados que han entrado en las aulas en los últimos cursos. En segundo lugar, si cuando maestros y profesorado evalúan en el aula los progresos del alumnado lo hacen prioritariamente en función de la excelencia de los resultados y rebajando la importancia de los procesos, puede pasar que la evaluación se convierta entonces en una herramienta de selección más que de equidad: unos avanzarán, gracias a tener un buen informe de evaluación bajo el brazo, por la vía principal del aprendizaje, y otros, periféricos y con resultados decepcionantes, irán tirando por la vía subalterna.

En la época que vivimos, varias razones sociales y económicas (y la competitividad que las inspira) condicionan cada vez con más intensidad el trabajo que se hace en escuelas e institutos y las políticas que definen las reglas. En esta situación, la evaluación (de sistemas educativos, de centros, de profesionales, de estudiantes) se está convirtiendo en un elemento muy significativo: puede determinar rankings públicos, puede señalar éxitos y fracasos colectivos e individuales, puede animar procesos o puede obstruirlos, puede excluir las diferencias y las dificultades o las puede incluir, puede esperanzar o desalentar, y, por lo tanto, es un instrumento sobre el que es preciso reflexionar para que ayude a reforzar equitativamente los itinerarios de aprendizaje de todo el alumnado y para que estimule a maestros y profesorado a hacer mejor aún su tarea.

Noticias

Gravación del IX Simposio

Ja está disponible en Internet, a través del DUGiMedia (Repositorio Digital de Audios y Vídeos de la UdG) la gravación del IX Simposio.

Galería fotográfica

Ya se puede acceder al recopilatorio de fotografías del IX Simposio: ver.

La participación

Participaron más de un centenar de profesionales procedentes principalmente de Cataluña, y también del País Basco, las Islas Baleares, Madrid, Galicia y Valencia.

Publicación

Los proyectos y experiencias presentados al IX Simposi se han recogido en una publicación digital con ISBN editada por el ICE Josep Pallach.

Instituciones colaboradoras:

Diputació de Girona